Luis Gerena. Dr en Filosofia. PTC - UAEM
En este comunicado mi interés principal es mostrar la importancia que, en la República, constituye el desarrollo que hace Platón de los placeres del cuerpo para distinguir entre ser humano y persona. Se discute mucho entre los especialistas si los griegos, y en nuestro caso Platón, tenían una concepción de persona distinta de la de ser humano, pues este concepto empieza a tomar relevancia en la modernidad, por problemas que conciernen especialmente a este período de la filosofía: el individualismo, la libre voluntad, que se inscribe dentro del problema de la libertad y el determinismo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, aunque habláramos en un sentido mínimo, la concepción de persona es central para cualquier teoría ética, si queremos, básicamente, imputar responsabilidad moral, pues requerimos de un sujeto que tenga identidad en el tiempo, pero, asimismo, que sea el agente de distintas acciones en distintos momentos. Al hablar de persona en Platón me voy a referir a este sentido mínimo.
De acuerdo con esto, considero que no es posible suponer, como generalmente se hace, que en Platón la persona se reduce al alma, ya que el alma no podría ser el agente de acciones como las que comprometen los deseos corporales (la sed, el hambre y el sexo) y, asimismo, pasiones como el miedo, que, para Platón, aunque se pueden presentar por dolores anticipados solamente del alma, también se puede presentar por dolores corporales: el miedo a morir de sed o de hambre. Por esta razón, como intentaré mostrar en este trabajo, la persona para Platón se constituye a partir de la relación o imbricación entre el alma y el cuerpo, y es la diferencia en esta relación la que explica por qué dos sujetos pueden llevar a cabo acciones distintas partiendo del mismo deseo: por ejemplo, un sujeto A puede preferir tomar coca cola para apaciguar la sed, mientras un sujeto B puede preferir tomar agua.
Esta concepción de persona que, según mi lectura, maneja Platón, nos compromete de manera central con los placeres corporales. Sin embargo, mi interés en este trabajo es mostrar que, para Platón, la persona y, con ello, esta identidad mínima que se consigue al conciliar el alma y el cuerpo, para poder tomar decisiones, se ve amenazada justamente por estos placeres, pues un tratamiento inadecuado de los mismos conduce a que el individuo sea incapaz de tomar decisiones y, por tanto, a estar completamente esclavizado a los placeres corporales. De acuerdo con esto, según mi lectura, el problema que Platón encuentra en los placeres corporales es que pueden romper con la identidad del sujeto y, por ello, un sujeto sometido a ellos deja de ser una persona.
Para desarrollar estos puntos, primero mostraré cómo se introduce el problema de los placeres corporales en la República. En segundo lugar, esbozaré la solución que Platón encuentra a este problema y, de acuerdo con esto, en tercer y último lugar, expondré el problema que encuentra Platón en este tipo de placeres.
El problema
No creo que resulte exagerado decir que los placeres corporales ocupan el papel central en la República. Esta afirmación se justifica si reparamos en el problema que Platón quiere solucionar en toda esta obra y que se deriva de las tesis que formula Trasímaco, un personaje que aparentemente representa al inmoral, pero que, visto de cerca, representa más bien al hombre que, intentando despojarse de cualquier distinción ética entre deseos buenos y malos, considera que la felicidad se consigue dando satisfacción a todos los deseos, entendiendo por todos fundamentalmente los deseos que conducen a placeres corporales, como el sexo, la riqueza, etc. Si uno es realista, que creo, eso es lo que pretende ser Trasímaco, cualquier hombre estaría a favor de esta tesis, si la satisfacción de todos sus deseos no implicara algún perjuicio en él mismo, lo cual es posible si existe otro hombre que pueda satisfacer todos sus deseos. Es decir, si creo que para ser feliz tengo que satisfacer mis deseos y amanezco un día con la irrefrenable necesidad de acostarme con la hermosa adolescente que es hija de mi vecino, para lo cual la rapto y la violo, es muy probable que, al ser descubierto, seré castigado por mi vecino, quien no pondrá límites al sufrimiento que pueda ocasionarme, con tal de satisfacer su deseo de venganza. Por esta razón, como bien lo apunta Trasímaco, no todos pueden satisfacer todos sus deseos, sino sólo los fuertes e inteligentes, quienes, desde un determinado sistema político, imponen la ley a los demás ciudadanos para su propio beneficio.
Glaucón, quien es el encargado de darle el matiz filosófico a la tesis realista de Trasímaco, sintetiza esta postura de la siguiente manera:
“Se dice, en efecto, que es por naturaleza bueno el cometer injusticias, malo el padecerlas, y que lo malo del padecer injusticias supera en mucho a lo bueno del cometerlas”, 358e.
De acuerdo con este supuesto, Glaucón considera que la justicia surge por la necesidad de los hombres que, debido a que no pueden cometer injusticia, quieren evitar sufrirla. Por esto surge la ley que se constituye como lo legítimo y lo justo. Pero esto significa, precisamente, que la justicia es apreciada por los hombres como un medio para no sufrir injusticia, pero no por ella misma . (1)
“[…] por ello lo justo, que está en el medio de ambas situaciones [cometer injusticia y no poder vengarse de la injusticia sufrida], es deseado no como un bien, sino estimado por los que carecen de fuerza para cometer injusticias; pues el que puede hacerlas y es verdaderamente hombre jamás concertaría acuerdos para no cometer injusticias ni padecerlas, salvo que estuviera loco”, 159a-b.
De acuerdo con esto, para superar esta postura, Sócrates tiene que mostrar (cf. 367e):
1. Que la justicia es mejor que la injusticia y
2. Que la justicia produce un bien en el que la posee, un bien real y no un bien aparente, por lo cual no importa si pasa inadvertido a los dioses y a los hombres.
Lo cual se traduce en que Sócrates tiene que darle una ubicación a los placeres corporales distinta de la que le ha dado Trasímaco.
La respuesta de Sócrates
Sócrates responde a estas exigencias en dos momentos. En el primero, nos pide que imaginemos cuáles fueron las razones que llevaron a los hombres a asociarse por primera vez. Sin duda, la razón principal fue para satisfacer sus necesidades, las necesidades básicas de sobrevivencia, como la comida, el vestido, la casa; pero, a diferencia de lo que suponen Trasímaco y Glaucón, para quienes la justicia es un contrato que evita padecer injusticias, en esta primera forma de asociación el suplir las necesidades propias, implica un bien común, pues yo sólo puedo satisfacer mis necesidades si satisfago las necesidades de los demás; pero, igualmente, en esta sociedad original, el individuo se asocia, no para evitar sufrir injusticias, sino para satisfacer sus necesidades básicas.
Sin embargo, Sócrates y sus interlocutores son conscientes de que la apelación a esta primera sociedad y la justicia que podemos encontrar en ella (la cual consiste en que cada quien cumple una función dentro del grupo, que permite satisfacer las necesidades de los demás), no resulta adecuada para explicar el tipo de organización social que encontramos en la ciudad, en la cual la gran mayoría de los individuos no está interesada en satisfacer sus necesidades básicas, como comer, dormir, beber, sino es satisfacerlas obteniendo el mayor placer de ellas, por lo cual es en la ciudad en donde encontramos los restaurantes, los hoteles, las grandes casas, diversiones, teatros, etc. Es decir, usando un lenguaje más propio de la República, en la ciudad las personas están organizadas no sólo para suplir sus deseos necesarios (los cuales tenemos que satisfacer para poder vivir, como comer, beber, dormir), sino también los innecesarios (los manjares, el sexo sofisticado, los paseos, los licores, etc.).
De acuerdo con esto, la propuesta de Sócrates se inscribe dentro de la ciudad y el problema que en ella representan los deseos innecesarios, que son deseos que comprometen en gran medida al cuerpo.
La respuesta de Sócrates, a primera vista, podría ser decepcionante, pues parece consistir simplemente en ejercer el control sobre los deseos innecesarios, de tal manera que el individuo sólo busque satisfacer los deseos necesarios. Pienso que para entender por qué esta no es toda la historia, tenemos que considerar que Sócrates y Trasímaco están de acuerdo en puntos fundamentales. Para ambos, un hombre sólo puede ser feliz si satisface sus deseos; por lo cual, para ambos, un hombre que por hacer el bien común vaya en contra de sus propios intereses, es un hombre estúpido que actúa irracionalmente. Por esto pienso que la respuesta de Sócrates tiene que ser más sofisticada que simplemente intentar un control.
Y en efecto, lo que hace Sócrates en su solución es revelar y desarrollar dimensiones del individuo que no han sido consideradas en la propuesta de Trasímaco y Glaucón, quienes reducen la capacidad de decisión del individuo al rechazo del dolor y a la búsqueda de placer, sin tomar en cuenta que el individuo puede, por ejemplo, asumir un dolor y rechazar un placer por la búsqueda de un beneficio posterior. Como lo muestra Sócrates, esta capacidad de tomar decisiones respecto de nuestros deseos, implica un conflicto que no podríamos explicar si no tomáramos en cuenta la dimensión que Sócrates llama racional. Precisamente, si consideramos que el deseo es, básicamente, la búsqueda o la tendencia hacia un objeto, como la sed que busca la bebida, no puede ser el deseo mismo el que rechace dar satisfacción al deseo, como, por ejemplo, la decisión de no tomar bebida aunque se tenga sed. Este rechazo, y el consiguiente conflicto que resulta de él, sólo se puede explicar si consideramos la dimensión racional del individuo.
¿Y qué cabría decir acerca de ella? ¿No será que en su alma hay algo que la insta a beber y que hay también algo que se opone, algo distinto a lo primero y que prevalece sobre aquello? 439c.
Pero quizá sea importante aclarar que, en la República, por “racional” Sócrates no entiende la simple capacidad de cálculo que determina los medios para lograr un fin. Para Sócrates, éste es apenas uno de los aspectos de la racionalidad, pues este cálculo sólo es posible gracias a que se tiene una comprensión de la realidad y del ser humano, un determinado conocimiento. De acuerdo con esto, para Sócrates, explicar qué es un violador no se reduce a lo que llamaríamos su psicología, sino que también tenemos que considerar la comprensión que el violador tiene de la realidad, pues sólo así podemos entender por qué el violador busca determinados fines y no otros, como, por ejemplo, los fines del virtuoso. Para Sócrates, este aspecto de la razón que nos proporciona un conocimiento de la realidad, es el aspecto más importante, pues es justamente en el marco de este conocimiento que el individuo toma decisiones respecto de sus deseos.
De acuerdo con esto que he dicho, Sócrates distingue dos aspectos del individuo, o, en el lenguaje de la República, dos partes del alma, que nos permiten explicar por qué un individuo puede, por ejemplo, no tomar agua aunque tenga sed. Sócrates las denomina la parte racional y apetitiva del alma, siendo esta última la que tiene que ver con los deseos y placeres del cuerpo.
“Pues no sería infundadamente que las juzgaríamos como dos cosas distintas entre sí. Aquella por la cual el alma razona la denominaremos ‘raciocinio’, mientras que aquella por la cual el alma ama, tiene hambre y sed y es excitada por todos lo demás apetitos es la irracional y apetitiva, amiga de algunas satisfacciones sensuales y de los placeres en general”, 439d.
Sin embargo, Sócrates es consciente de que la razón por sí sola no tiene la capacidad de impedir la realización del deseo, sino que se requiere otra parte que sea la que tenga la fuerza para contener al individuo. Precisamente, es posible tener sed y saber que no debemos tomar el agua que se nos ofrece porque está sucia y podemos enfermarnos, pero de esto no se sigue que rechacemos el deseo de tomarla. Para Sócrates se requiere otra parte del alma que tenga la fuerza de contener al deseo, de tal manera que el individuo pueda seguir los dictados de la razón. Esta es la parte del alma que Sócrates llama colérica y que tiene la función de contener al deseo cuando la razón así lo establece.
Para Sócrates, según mi lectura, es la unidad de estas tres partes del alma lo que constituye a la persona, pues dependiendo de cómo estén relacionadas, el individuo actuará de una determinada manera. Pero esta unidad entre las tres partes del alma supone una relación determinada entre el alma y el cuerpo, dado que esta unidad determina la manera en que el individuo se relaciona con el placer y el dolor.
Siguiendo esta comprensión de la persona como la unidad de estas tres partes del alma, para Sócrates los placeres corporales son placeres que se tienen que medir fundamentalmente desde el punto de vista de la salud y de la enfermedad, pues los placeres corporales son, básicamente, liberación de dolores.
“Sin embargo, los llamados ‘placeres’ que alcanzan el alma a través del cuerpo, podríamos decir los más numerosos y mejores, son de esa índole: una liberación de dolores. […] ¿Y no pasa lo mismo con los goces y penas anticipados, los que proceden de la expectativa de los goces y penas que van a venir?” (584c).
Esto explica por qué, las personas que se dedican a satisfacer solamente los placeres corporales nunca logran una completa satisfacción, pues lo único que están haciendo es liberarse del dolor. Sin embargo, es justamente esta imposibilidad de satisfacción que se presenta en los llamados placeres corporales que conduce al individuo a ser esclavizado por ellos. El problema entonces es que, según Sócrates, para este individuo que solo satisface los placeres del cuerpo, y que se encuentra dominado por esta parte del cuerpo, el nivel de conocimiento es mínimo, por lo cual él no tiene la capacidad de comprensión que le permita tomar decisiones con respecto a estos deseos. De acuerdo con esto, el individuo que está dominado por los placeres corporales, no tiene ya una comprensión de la vida y, por ello, no es un individuo cuyas acciones estén orientadas hacia un fin. Es esta la razón por la cual el individuo está esclavizado, ya que está completamente determinado por la necesidad física del cuerpo.
(1) Esto supone que los que aceptan la ley se benefician de algún modo. Trasímaco en su exposición de la tesis, considera que quien se beneficia es el más fuerte, el que impone la ley y que quien se somete a ella se perjudica. Irwin, op. cit., p. 307, considera que esto es un error, pues si pensamos en las ovejas, por ejemplo, ellas se benefician del cuidado de los pastores, aunque los pastores son los principales beneficiados. Sin embargo, me parece que el punto de Trasímaco es que quien acepta la ley ya no puede satisfacer todos sus deseos y por esto se perjudica. De acuerdo con esto, el ejemplo de las ovejas no es un buen ejemplo, pues ellas no tienen otros deseos que los que responde a su parte apetitiva, lo cual no sucede en el ser humano.
jueves, 7 de enero de 2010
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