martes, 30 de septiembre de 2008

RESUMENES DE LAS CONFERENCIAS JUEVES 6

10:00 a 14:00


Mtra. LORENA NOYOLA
Directora Facultad de Artes - UAEM

LA IDEA DEL MAL A PARTIR DE “EL EXORCISTA” UNA PROPUESTA DE REFLEXIÓN FILOSÓFICA A PARTIR DE LA EXPERIENCIA CINEMATÓGRAFICA.
Mtra. Norma Lorena Loeza (Fundar)



LA ESTÉTICA DEL DOLOR. EL ARTE COMO APOFÁTICA
Mtra. Mariana Méndez Gallardo
Universidad Autónoma de la Ciudad de México

“El problema no es que la gente recuerde por medio de las fotografías,
sino que sólo recuerde las fotografías”

Susan Sontag, Ante el dolor de los demás.

Cuando el dolor de los otros se vuelve discurso, queda entonces la necesidad de mostrar la evidencia de ese dolor por medio de imágenes. En una cultura de la información como en la que nos encontramos, el peso de lo real dentro de las imágenes, es suplantado por la narrativa melodramática que congrega únicamente el sensacionalismo del espectador. En un afán de exponerlo todo, ahí delante, la cultura de la información hace del dolor, un documental. ¿Acaso por ello es más fácil comprender el dolor como espectáculo que como la inminencia de la caída del sujeto en la posibilidad de su muerte? Es entonces, cuando el dolor adquiere un sentido melodramático, recurriendo a una narrativa del consuelo. La imagen, en su sentido melodramático, hace del dolor un puro discurso representativo, sobreviniendo una velación del dolor de aquellos hombres y mujeres que lo vivieron. La imagen es el olvido del dolor, lo que supone, a su vez, la pérdida del sentido de la comunidad humana.

Algo está claro a la hora de reconocer las consecuencias de esta velación del dolor: la pérdida de la gravidez de la presencia, es decir, la imagen deja de lado el carácter evocativo de lo presente (el dolor del otro) para pasar a la simulación de la presencia del otro como representación, soslayando el dolor a una narrativa melodramática de éste. Acaso por ello, la pérdida del dolor supone también un debilitamiento de la autoconciencia del sujeto, del sentido de pertenencia a la vida y al tiempo. Pero, ¿qué es el dolor y qué lugar ocupa en nuestra sociedad contemporánea? El dolor es dolor y basta, es la angustia en carne y hueso, es “la imposibilidad de disimularse uno mismo su propio morirse”, es “… la roedura de la identidad humana que no es un espíritu inviolable abrumado por un cuerpo perecedero, sino la encarnación, con toda la gravedad de una identidad que se altera” .

La propuesta, entonces, es pasar de la imagen al símbolo; de la representación, a la presencia evocada, sugerida, manifestada por un lenguaje que recoja en su forma, el sinnúmero de significados que haga posible traer a la luz la vivencia del dolor. El arte, en su inminente carácter simbólico, posibilita esta propuesta. Entonces, el arte se vincula con la ética, es decir, con la capacidad de justificar al dolor como condición regulativa de las diversas relaciones que el ser humano entabla con su entorno. Esta ha de ser la propuesta del arte: una expresión más allá del discurso melodramático, donde él mismo es lenguaje y memoria del dolor olvidado. El traer a la cuenta el dolor como experiencia artística, responde, en último término, a una expresión de la presencia y no de la representación y la simulación, que la imagen supone.

El arte, en su eminente carácter simbólico, es también apofático, es decir, afirmación desde la negación, lenguaje del no-ser, lo no-humano, la aniquilación del sujeto que es, de por sí, la vivencia del dolor. Una estética del dolor, será posible a partir de entender el carácter expresivo del arte en su condición apofática, misteriosa, oscura que, como juego de contrarios, hace aparecer, ante la mostración del dolor, la posibilidad de permanecer en la presencia.



LITERATURA, MÍSTICA Y FILOSOFÍA
Mtro. Edgar Morales (Facultad de Filosofía y Letras, UNAM)

La tradición mística occidental ha recorrido un largo trecho por los dominios de la literatura, los místicos cristianos has sido prolijos en el embellecimiento de los textos a través de los cuales intentan expresar sus profundas experiencias espirituales. Parece ser que la mística responde a un imperativo estilístico: la interrupción del uso ordinario de los términos mediante recursos retóricos que violentan la lógica y la semántica convencionales (paradojas, oxímoron, apófasis…). Parte de este imperativo estilístico desemboca en cauces estéticos: el lenguaje, al deslindarse de su empleo ordinario, se torna susceptible al empleo literario, en particular al uso poético. Es decir, la poesía como vía de expresión mística no es una elección arbitraria sino consecuente con las necesidades que aquella implica. Es de esta forma en que la poesía mística puede ser interpretada en clave ontológica; la separación estilística que procura el escritor entre experiencia ordinaria y experiencia mística implica el esbozo de por lo menos dos niveles de comprensión de la realidad, de aquí surgen algunas preguntas: ¿puede validarse filosóficamente la poesía mística como horizonte de reflexión ontológica?, ¿qué relación hay entre experiencia existencial y representación de la realidad?, ¿es la estetización estilística una consecuencia necesaria de la espiritualidad mística?, y en términos más generales: ¿qué lecciones pueden aprenderse a propósito de las relaciones entre lenguaje, experiencia subjetiva y representación de la realidad?

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